El agua es un lienzo gris. Lisa, sin olas. Una enorme nube gris cubre el cielo. Cae la tarde, no está oscuro todavía, aunque no veo el sol por ninguna parte.
No oigo a los pájaros, no ladran los perros. Nadie camina por aquí.
Recojo una piedra y la tiro al mar. Sin romper la tensión del lienzo gris, la piedra se hunde, el agua la absorbe, la traga sin masticar. La piedra, al atravesar la superficie, no provoca olas. Nada, no hace ni un ruido.
Tiro otra piedra al mar.
Otra.
Otra.
Otra.
Nada.
Regreso a casa. O eso quiero pero al empezar a caminar siento un peso sobre mi cuerpo.
Es el gris, su peso.
Me detengo. Me quedo quieto. No miro nada en especial. Sigue cayendo la tarde. O eso creo.
Parpadeo.
Respiro, pero lento.
Como la piedra atravesando el mar, atravieso el tiempo en silencio. Sin movimiento.
Aquí estoy.
Aquí sigo.
Hay días en los que parece que no pasa nada.