El letrero preguntaba si pudieras cambiar algo en el mundo, ¿qué cambiarías?
Estoy intentando escribir pero no logro concentrarme. A través de la ventana veo al señor que lleva toda la mañana taladrando el pavimento. La ventana está cerrada y aún así el ruido es insoportable. El señor lleva una protección en los oídos, unos audífonos gigantes. También lleva puesto un casco, unos lentes, guantes, botas y un chaleco de color naranja.
Imagino que todos en algún momento hemos querido que aquello que nos rodea sea distinto. No mejor ni peor, a veces solamente diferente. Quizá lo ideal sería llegar a una especie de estado zen y poder encontrar la belleza en todas partes. ¿Pero es esto posible? Seguro que por momentos lo es, lo que no creo que sea posible es permanecer de manera definitiva en ese estado.
El señor del taladro hace una pausa para fumarse un cigarro. Yo aprovecho el silencio para pensar.
¿En dónde está la línea entre la aceptación y el conformismo? ¿En dónde está el balance entre el optimista y el idealista? ¿Estamos hablando de resignación? ¿De qué estamos hablando? Pienso que, de tener la posibilidad, todos cambiaríamos algo en nuestro entorno. ¿Quién realmente puede pensar que todo está bien, todo está en su lugar? ¿Alguien que se ha rendido? ¿Alguien que ignora?
El taladro vuelve, el silencio desaparece. Nada permanece. El cambio no es posibilidad sino condición de vida. La pregunta entonces está mal planteada. Yo preguntaría más bien ¿cómo transformas al mundo con lo que haces? Ahora regreso, voy a abrir la ventana.